Derechos humanos en Estados Unidos (26 de marzo 2019)

Fuente: En Vero Español
Autor del resumen: Daniel Avalos
El 26 de marzo de 2019
Revisión: Alejandro M.

 

Impacto psicosocial y sobre el desarrollo neurológico de las violaciones a los derechos humanos en contra de la juventud migrante y sus familias en la frontera entre México y Estados Unidos

Nota: La ponencia del Dr. Ryan Matlow se dio en el marco de las audiencias del Tribunal Internacional de Conciencia de los Pueblos en Movimiento el 2 de diciembre del año 2018.

En esta ocasión, se presenta el impacto que tienen las violaciones a los derechos humanos sobre las familias en la frontera entre Estados Unidos y México, desde la perspectiva científica de disciplinas como la psicología y la medicina occidental. Se sigue un abordaje crítico y se reconoce que este enfoque no es el único desde el cual se puede abordar este complejo problema. Se parte de éste únicamente para tener una perspectiva mas amplia de lo que ha estado sucediendo en aquel lugar.

Los jóvenes son particularmente vulnerables y, además, se han convertido en el blanco de los ataques por parte de las autoridades en la frontera. Es evidente que estas violaciones a los derechos humanos han producido eventos traumáticos, entendiendo por trauma la condición resultante de un evento o una serie de eventos o circunstancias que un individuo experimenta como dañinos, tanto física como emocionalmente. Estos eventos amenazan la vida del individuo y, por lo tanto, tienen efectos adversos duraderos en el funcionamiento del individuo y en su bienestar mental, físico, social, emocional y espiritual. A manera de ejemplo, en el caso de estos jóvenes algunos eventos traumáticos específicos podrían ser la separación familiar, la detención y aprehensión forzada, la discriminación y la negación de atención y de servicios. Lo anterior se relaciona directamente con una patología bastante bien conocida en nuestra época; el estrés.

Existen dos tipos de estrés: el positivo y el tóxico. El estrés positivo en pocas cantidades puede ser apropiado para el desarrollo infantil y se conoce generalmente como “eu-estrés”. Está relacionado con abandonar la zona de confort en búsqueda de respuestas alternativas a un problema, sin que esto suponga una amenaza para el individuo. Por otra parte, el estrés negativo se asocia con consecuencias tóxicas y traumáticas cuando éste causa daño. Genera un estado de desborde de los recursos mentales y comportamentales del individuo (por ejemplo, cuando falta apoyo familiar, soporte económico, ayuda de la comunidad, guía espiritual, etc.). El desequilibrio de la balanza hace que el individuo experimente un sufrimiento que se acumula a lo largo del tiempo y que tiene posteriormente un impacto negativo. Por ejemplo, las consecuencias a nivel psicológico ante un trauma agudo incluyen el sufrimiento de trastornos como la depresión, la ansiedad, las fobias y, más específicamente, el conocido desorden de estrés postraumático (DEPT).

Se ha demostrado que los niños expuestos de forma crónica a múltiples eventos traumáticos desarrollan síndromes complejos que incluyen la desregulación crónica del afecto y la conducta, las alteraciones cognitivas (de atención y de la conciencia), la dificultad interpersonal penetrante y las atribuciones negativas de sí mismos y del mundo.

A su vez, los eventos traumáticos tienen un impacto en el desarrollo de los niños y los jóvenes, ya que todo el tiempo y los recursos deben enfocarse a las tareas de supervivencia. Los eventos traumáticos interfieren con otras tareas del desarrollo y proveen estímulos propios de un ambiente peligroso. En consecuencia, la atención y la energía del desarrollo se desvían a largo plazo hacia la supervivencia inmediata, alterando la atención enfocada hacia la vigilancia constante y produciendo la desregulación de la conducta hacia la impulsividad.

Las experiencias adversas de la Infancia (ACEs, del inglés Adverse Childhood Experiences) que pueden constituir el caldo de cultivo del estrés toxico incluyen el abuso y la negligencia (tanto a nivel psicológico, como físico y sexual). Se suman a éstas los hogares disfuncionales, en los que predomina la violencia doméstica, el abuso de sustancias, las enfermedades mentales, etc. Estas experiencias adversas tienen un impacto negativo en el desarrollo del niño, con efectos a nivel neurobiológico (malformaciones neurológicas, desregulación hormonal, etc.) y psico-social (falta de apego, pobre socialización, alteración de la autoeficacia). Ambos escenarios correlacionan con la proliferación de conductas de riesgo, como las adicciones, la obesidad mórbida, el abuso de sustancias, o la promiscuidad, entre otras.

Las consecuencias a largo plazo de estas experiencias adversas incluyen: presencia de enfermedades e incapacidad, trastornos depresivos, suicidio, desorden de estrés postraumático (DEPT), abuso de alcohol y drogas, enfermedades crónicas, enfermedades de transmisión sexual y transmisión intergeneracional del abuso. En la esfera social se ha observado en incremento de la indigencia infantil, el ejercicio de la prostitución, la conducta criminal, el desempleo, los problemas de crianza y una alta utilización de servicios sociales y de asistencia. Finalmente, se ha evidenciado que las víctimas de ACEs viven 20 años menos que aquellos que no los tienen.

Volviendo al caso de las familias cuyos derechos fueron vulnerados, muchas de éstas han demostrado tener una capacidad de resiliencia y de perseverancia muy grande. Sin embargo, muchas veces esto no es suficiente.

El impacto de las violaciones a los DH en contra de los jóvenes y de las familias en movimiento incluyen la separación familiar o miedo a la separación familiar (por ejemplo, amenazas de deportación), produciendo a su vez aumento en casos de ansiedad, depresión, trastorno de estrés postraumático, fobias, y problemas académicos y de conducta. La separación prolongada, por ejemplo, incrementa las dificultades en la reunificación, afectando la convivencia y la adaptación a la vida familiar después del trauma.

La presencia de los niños y jóvenes durante la detención se asocia con un peor pronóstico del trastorno, derivando en disfuncionalidad familiar, interrupción del apego, perdida de estrategias en contra de eventos traumáticos, falta de confianza, inseguridad, conflictividad familiar, impacto en las habilidades cognitivas, emocionales y de regulación de la conducta, dificultades económicas: inseguridad alimentaria y de vivienda. También existe un impacto en la comunidad, que incluye aumento de la desconfianza, disminución del compromiso (con las escuelas, clínicas, autoridades) y la disminución de la integración social.

Se puede decir que existe una estrecha relación entre la detención forzada y el aumento en el riesgo de sufrir DEPT, ansiedad, depresión, agresiones, síntomas somáticos e ideación suicida. Tristemente, estos síntomas no remiten tras la liberación. La presencia de los padres no anula el impacto negativo y el tiempo de la detención correlaciona con una salud mental alterada y desenlace negativo a largo plazo, como el retraso en el desarrollo, regresión del desarrollo, malos resultados académicos y riesgo de exposición a traumas adicionales.

Por todo lo anterior, se hace una recomendación a las autoridades en la frontera y los gobiernos de países involucrados a trabajar por la recuperación, compensación y reparación de estos individuos y familias. Se debe trabajar en la recuperación de su seguridad, su confianza, la transparencia, el apoyo de los pares, la colaboración y el mutualismo y empoderamiento. Igualmente, se debe escuchar su voz y atender a los problemas culturales, históricos y de género que manifiestan.

Los siguientes son los componentes clave en la intervención del trauma:

  • Establecer seguridad y confianza
  • Psico-educación
  • Desarrollo de habilidades
  • Aproximación / exposición
  • Integración de la experiencia traumática
  • Empoderamiento

Esta rehabilitación debe incluir el reconocimiento público del daño, la realización de mayores esfuerzos y acciones que garanticen la prevención de recurrencia, la elaboración de políticas de protección, de compensación (individual o colectiva), el desarrollo de recursos, de infraestructura y de acceso a la salud (incluyendo servicios integrales de salud mental).

Se deben establecer programas de prevención, rehabilitación y tratamiento de individuos y familias que garanticen oportunidades de educación y formación vocacional, así como desarrollo cultural y comunitario. Después de la rehabilitación, el individuo, en el mejor de los casos, puede desarrollar mayor optimismo, empatía, fortaleza, gratitud y cambio o profundización espiritual.

Ponente: Dr. Ryan Matlow
Programa de derechos humanos y traumas mentales
Departamento de Psiquiatría y ciencias conductuales
Escuela de Medicina Universidad de Stanford