Fuente: Le Soleil
Autor: Marc Allard
El 5 de febrero de 2018
Traducción: Yura Gonzalez (Publicación original en francés el 22 de diciembre de 2017))
Durante su novena navidad en una cárcel colombiana, Judith Brassard recibió un regalo en forma de esperanza.
Recientemente, dos ONGs (una canadiense y otra colombiana) presentaron un recuso de apelación (“recurso de revisión”) ante la Corte Suprema de Colombia para obtener la liberación de esta quebequesa detenida por un crimen que jura no haber cometido.
La apelación contiene nueva evidencia que demostrará que Brassard no participó en la muerte de su esposo, el colombiano Felipe Rojas Gnecco, un ortodoncista de influyente familia, asesinado en diciembre de 2006 al salir de su oficina.
Judith Brassard ha pasado cerca de una década en la prisión de Santa Marta, al norte de Colombia y mantiene el optimismo. “Ella es positiva, luce serena y participa activamente en su defensa”, señala David Bertet, presidente de la organización En Vero, que trabaja por su liberación.
Después de dos años de investigación, el martes, el Sr. Bertet presentó evidencias que prueban la inocencia de Judith Brassard, en Bogota, la capital colombiana. Entre las que se encuentra el testimonio de “una persona que tiene conocimiento directo del asesinato de Felipe Rojas Gnecco. Totalmente directo”, especificó el presidente de En Vero vía Messenger durante una escala en Panamá, mientras regresaba de Colombia.
Contexto favorable
A finales de este año las noticias en Colombia también pudieran estar a favor del caso de Judith Brassard. El antiguo presidente de la Corte Suprema, Leonidas Bustos, que confirmó la sentencia de la quebequesa en el 2013, está involucrado en un escándalo de corrupción.
Supuestamente, Bustos organizó el tráfico de influencias en la Corte Suprema y el poder judicial. Él pronunciaría una sentencia favorable o desfavorable a aquellos que pagaban o no por ella. “Y es lo que pensamos que ha pasado en el caso de Judith”, dijo el Sr. Bertet.
La apelación frente a la Corte Suprema representa una nueva posibilidad para la excarcelación de Judith Brassard, que ya ha vivido varios reveses frente a las cortes colombianas a pesar de los testimonios que anulan su culpabilidad.
Una larga saga
Judith Brassard y Felipe Rojas se casaron en Quebec a mediados de los años 90. Luego se mudaron para Santa Marta dónde nacieron sus dos hijos. En el momento del asesinato, en el 2006, la Sra. Brassard estaba en Canadá, justo después del divorcio de la pareja.
El asesino, Gabriel Ramírez Polo, fue arrestado junto con su cómplice un par de meses después. Ellos admitieron haber sido contratados por el antiguo paramilitar John Osorio, esposo de Katherine Pitre, una doméstica con quien Rojas había tenido una relación extramatrimonial.
Los cuatro fueron declarados culpables del asesinato del esposo de Judith Brassard y fueron condenados a largas penas de prisión.
La Sra. Brassard regresó a Colombia en calidad de testigo según convinieron los investigadores. Finalmente, fue arrestada el 27 de agosto del 2008 según nuevos testimonios del antiguo paramilitar y de la sirvienta. Ambos la acusaban de haber planeado la muerte de Felipe con la intención de cobrar el seguro de vida del difunto y obtener la custodia de sus hijos.
Julie Brassard fue detenida de forma preventiva en la cárcel de Santa Marta. En febrero del 2009 fue condenada a 28 años de prisión. La sentencia fue confirmada en apelación en el 2010 y por la Corte Suprema en el 2013.
Osario y Pitre se retractaron más tarde. Pero la justicia del norte de Colombia decidió no deshacerse de estos falsos testimonios y conservarlos como fundamento de la condena.
Según la organización En Vero, la influyente familia de Felipe Rojas ha expresado abiertamente el deseo de que Julie Brassard sea condenada. También han ejercido una fuerte presión para que fuera trasladada a una cárcel de alta seguridad a más de 1000 km de Santa Marta para evitar que acceda a sus hijos, a quienes la Sra. Brassard ve una vez por semana.
En la prisión Judith Brassard vive en una celda con otras cuatro mujeres. Es “considerada una reclusa “modelo” según la dirección penitenciaria, pero luego existen celos y pequeñas mezquindades que pueden llegar lejos”, describe David Bertet.
La cárcel le permite recibir su propia comida y así evitar que pueda ser envenenada por alguien que quiera eliminarla.
Con las festividades que se aproximan y los cumpleaños de sus hijos, Julie Brassard siempre se siente triste, comenta el Sr.Bertet. “Por eso tratamos de mantenernos en contacto de forma frecuente con las llamadas telefónicas que le son permitidas para que sepa que hay personas que piensan en ella”.